26 marzo 2013

Cruzando la frontera de Serbia


En octubre del 2011, cinco personas decidimos cogernos un tren desde Budapest y pasar unos días en Belgrado, la capital de la República de Serbia, así como de la antigua Yugoslavia. Su nombre significa "Ciudad Blanca" y siempre ha sido muy disputada a lo largo de la historia, especialmente por Bizancio, Hungría, Bulgaria y los otomanos. Los serbios, por su parte, siempre han luchado por su independencia. La ciudad se fundo sobre un asentamiento celta y luego llegaron los romanos que fundaron una ciudad llamada "Singidunum", pero en el siglo IX ya aparece el nombre eslavo de Beligrad. Algunos de los nombres que le dio Hungría, fruto de sus continuas diputas e intereses en la zona, fueron Fehérvár, Nándorfehérvár o Landorfehérvár, los cuales siguieron manteniendo la esencia de su nombre "Ciudad Blanca". Fehér en húngaro es blanco y vár es ciudad.

Pepe, Sabela, Migue, Gabriele y yo en el hostal

El caso, y para no desviarme con datos históricos, es que prácticamente nuestra única opción para llegar allí era cogernos un tren. Los precios no están nada mal y nos costó unos 27€ ida y vuelta. El trayecto dura poco más de 7 horas, por lo que nuestras dos opciones eran o viajar de día y pagar una noche de hostal a lo tonto porque sería llegar de noche o viajar de noche, dormir en el tren y llegar a primera hora de la mañana para aprovechar más el día. Nos decantamos por la segunda opción y fue bastante horrible. Esperábamos al menos dormir dos horitas mal dormidas, pero ni eso. La verdad es que había la opción de ir en coche cama, pero no lo hicimos.

Cuando fuimos a coger el tren ya había mucha gente ocupando las cabinas, así que nos tuvimos que separar. Sabela, Gabriela y Pepe se fueron a una cabina con otros dos chicos extranjeros creo recordar y Migue y yo acabamos en otra cabina con una pareja de serbios. Desde el primer momento intentamos acomodarnos para dormir y apagamos las luces de la cabina, pero no hubo manera. 

A eso de las tres de la mañana, habíamos conseguido quedarnos media sopa, pero llegamos a la frontera de Serbia. Pasó la policía húngara a revisar los pasaportes y nos volvimos a quedar medio dormidos, pero al rato el tren volvió a parar. Migue tenía unas pierna estirada  hacia la puerta y un hombre serbio vestido de militar deslizó abruptamente la puerta corredera, encendió la luz y dio una patada a Migue en la pierna mientras no paraba de gritar "Passports! Passports!" Yo le enseñé mi pasaporte, en el que parezco una etarra. Lo miró y lo requetemiró y al final lo selló. Migue no tenía pasaporte, pero por suerte, aunque Serbia no pertenezca a la Unión Europea, aceptan el DNI sin problemas. Cuando llegamos a Belgrado, enseguida nos reunimos con los demás y tampoco habían conseguido dormir porque en su caso eran más en la cabina y les habían puesto la calefacción tan alta que se estaban asando. A pesar de todo, aguantamos muy bien el día de turismo. Ya lo contaré en otra ocasión.

Migue y yo nos quedamos bastante asombrados por esa bienvenida y ya nos temíamos lo peor de que nos íbamos a encontrar en Belgrado. Por suerte, no fue así y nos encontramos con gente muy amable, a parte de que nos gustó mucho la ciudad.

Dejo el vídeo que Migue grabó justo después del suceso con el militar y la llegada a Belgrado, aunque salgo con un poco de cara demacrada por el cansancio. 


0 comentarios:

Publicar un comentario